jueves, 29 de noviembre de 2012

07/07/08 3:57 a.m.


Ayudar a mi padre no está mal. Un mensajero que recorre a diario las roídas calles de esta su majestad la Babilonia. Él es un tipo amable que encaja en el mundo por su educación y sus maldiciones cuando son necesarias.

Se adelanta con paso seguro y atraviesa la puerta de giratoria y dice: “Buenos días señorita Liliana, vengo a ver a Fulano Letal” Y ella con una sonrisa le pide una identificación para poder dale acceso. Y es aquí donde empieza el baile de la corporativa, con sus hombres corporativos, sus zapatos corporativos, brillando sobre el suelo corporativo de su enorme edificio corporativo que está postrado en una zona exclusiva corporativa con horarios corporativos y tacones corporativos y culos firmes de mujeres corporativas que fuman sus cigarros corporativos en las zonas de fumar corporativas mientras charlan con sus compañeros corporativos que huelen a loción corporativa y atienden sus celulares corporativos para saber que pasa en otras corporativas que albergan trajes sastre corporativos postrados en voluminosas mujeres corporativas que abren sus apestosas bocas corporativas para gritarle un sujeto corporativo que su café no está corporativamente preparado. El ascensor corporativo llega para elevar las mentes corporativas hasta sus sitios corporativos. Al entrar, un corporativo “Buenos días”, al salir, un corporativo “Que tenga buena tarde”.

Es un hecho curioso, pero cierto. Yo estuve ahí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario