Con el debido respeto
de una añoranza y la ponzoña que guarda la bolsa de los secretos de la miseria
y el ritmo de la consecuencia y la estupidez impregnada en la mente que maneja
estas palabras, he de decir que el camino nunca dejará de ser duro y simple, y
tortuoso y sacudidor.
La sangre debe
sacudirse.
Rompe tu mente.
Sacude tu sangre.
Alguien debe hacer
algo por este mundo estancado. Y ese soy yo.
Hago de todo esto un buen rato, un rato
jodido.
Soy el hombre que te
golpea, soy la mujer que te engaña, soy el amigo que se acaba tu bebida, soy el
corazón que habita en tu casa y que ronca y gruñe, tu cabeza sana, tu espíritu
enfermo. Mueve el esqueleto.
Que se prenda el
último cerillo de la caja.
Que se acabe el
último suspiro de amor.
Que camine la máquina
y nos demuela cual palillos frágiles y sin garantía divina.
Que nos bese el odio.
Que no s acabe la cursilería
llena de globos y corazones.
Mira tu espalda y
date una oportunidad de saber quién eres a los ojos de los demás.
Te garantizo la
guerra.
Vibra
silente, ausente, en pie de hacer cualquier cosa a lo que estés dispuesto. ¡Clama!
Un gato negro
trepando por tu espalda dirigiendo tus sueños.
Hay vagos en la calle
que son dueños de ese felino.
Si puedes pronunciar
la palabra “locura” serás uno de ellos.
Un ángel nocturno
llega como si fuera un agente de seguros para analizar los daños.
El silencio de la primavera es el testigo del
fin de unos cuantos más.
¿Estás entre ellos?
Quisiera no terminar
esta lista, pero esto debe tener un final decente.
Uno aprende a ser
suave para no molestar los oídos de los demás, pero no puede evitar ser el
grito de un enfermo que vive dentro de sí. Un robot, una conciencia maquinada,
cocinada y…
Un gran cielo que
hace llover plomo para los desconocidos.
Un gran cielo que se abre a los impíos.
Un gran cielo que
rechaza a los vacacionistas.
¿Te quedaste sin
palabras?
¿Te sentiste aludido?
El señor de los
cielos abriendo la tierra. El señor de los cielos lanzando relámpagos.
El señor de los cielos
con sus tormentas mentales.
El señor de los
cielos con un gran numero de juguetes.
Escoge tu veneno,
escoge tu destino.
Alienta estas palabras intoxicadas e
inmaculadas mientras todos duermen. Mientras el trance del ciclo eterno nos
absorbe cual hoyo negro.
El universo está en
ti, pero si no pones atención a él, a ÉL le importas un carajo.
Este cuarto es un
castillo de hielo, es mi reino.
Soy el rey de todo
esto, tengo poder sobre mis paredes.
Mi corazón se ha desbordado
en caricias y lamentos.
¿Qué puedo hacer? ¿Revelar secretos?
Soy un soberano ciego
que ve derretir sus dominios. Sus demonios.
El panorama se
congela mientras trato de sacarlo a flote. Mi mente se seca como una hoja común
en otoño.
Qué daño nos hacemos
mientras volteamos a ver qué está sucediendo. Qué daño nos hacemos queriendo comprenderlo.
Esta es la última
llamada, larga distancia.
Se debe limpiar este asqueroso acto.
Lejos de cualquier grotesco intento de un
falso representante que brilla en girasoles y promete una gloria de centros
comerciales y tránsito que surge del sur, al norte, como un sol de unicel y que
nos dice que este día es verdadero y que nuestros actos significan.
Los edificios crecen
mientas se colapsan con los valores y la moral quebrantada de miles de años que
no han conducido a nada.
Serpientes enredas en
el cuello del hijo de dios, un empresario que no puede pagar por la vida de su
familia mientras el acceso a la Babilonia se abre… incrementando lo perdido. Lo
que ves es el acceso.
Te estoy observando,
pero tú no lo sabes. Te estoy observando pero tú no me puedes ver.
Esta es la despedida,
el cierre.
La harina se ha
sublevado más allá de lo esperado.
A este pastel le hace
falta yerba para poder cuajar correctamente.
Seguiremos en la búsqueda
eterna de las sensaciones y las verdades a medias.
Simplemente quise
hacerlo de tal forma que mi torturada y gozada alma tuviera un momento. Un
dulce sueño donde no significara nada mi persona, ni la tuya, ni la de nadie.
Pronto llegará el
silencio, pero tenlo por seguro, no estaremos callados.
Quedaremos sordos, y
ciegos, y hambrientos, y arrastrados por la marea. Buscaré mi vista en los ojos
de las gaviotas, que desesperadas buscan cazar un pez lleno de secretos; implica
seguir vivos, en el negocio, en la movida, en la historia, en el destino.
Dios debe estar
enterado de esta conspiración. Estamos ciegos. Sin embargo, aún tenemos el
tacto del espíritu.
Mensaje para el
creador:
Cabrón, si sientes un
poco de vergüenza, deberías de desaparecer, y mandar una señal que acabe con
esa venda de la cual tu hijo homosexual y promiscuo fue un santo y murió por
una causa que ha provocado 1000000 millones de muertes en tu nombre.
Ten el valor de dar
la cara.
Te gusta el rock y no
lo puedes negar.
Tu verdadero hijo está en el subsuelo. Retando
y aceptando, tan lejos, tan cerca….
Ten el valor de enfrentarlo…
ten el valor de enfrentarme… Padre…
Atte.
YO
Esta no es la última
jugada (puede ser).
Creo que puedo (debo)
ser el profeta de mi Apocalipsis. Ser el sobreviviente, el niño consentido de
esta catástrofe. El ángel oscuro que cae y llama a gritos el alimento para el
mundo.
En realidad me
importa un carajo. Soy un médico que sana las alas de los ángeles caídos en
este lugar sin tiempo. Los alimento, los cuido, los sano y los recluto en mi
ejército inexistente. Sólo quería cerrar este asunto pendiente.
Ella me enseñaba las
piernas mientras me entrevistaba para conseguir un trabajo como periodista. Era
argentina, rubia, delgada, una delicia como de 1.80… una delicia frívola.
-
¿Qué te gusta hacer? –
-
Escribir…
-
¿Podrías mandarnos alguno de tus
textos? –
No
respondí.
Caminé por Reforma.
Eran las doce del día.
Me aflojé la corbata y me dediqué a ver el
espléndido catálogo de culos oficinistas que ofrece la Ciudad de México a esa hora
del día. Todos entallados en sus trajes sastres. Todos cuidados en ensaladas de
anorexia, bulimia y un poco de ejercicio (sin olvidar los altos tacones).
Me pregunté: ¿pertenezco
a esto?
No
respondí.
Tenía
algo por hacer. Algo inconcluso que tal vez nunca llegue a finalizar.
Tal vez envíe esto a
su revistita de negocios.
Tal vez ella lo lea.
Tal vez le de asco
tanta blasfemia.
Tal vez lubrique mientras lee mis palabras.
Tal vez me llame para
concertar una cita en su departamento.
Tal vez me hable para
maldecirme por escribir tanta pendejada.
Tal vez me escriba
para verme de nuevo a la cara y conocer el aspecto del engendro que dio vida a
esto.
Tal vez me dé
trabajo.
Tal vez este texto le
quite el sueño un par de días.
Tal vez le valga
madres.
Pero eso a mí no me
importa.
¿Te importa a ti?
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