La helada crema que
cubre mi rostro gotea hasta el piso, drenando el mármol, dando de beber al
sediento demonio que habita debajo de mi cuarto. Él se siente bien cuando
escucha los golpes de mis pies bailando. Sale a dar un rondín mientras duermo y
acaricia mi pelo.
Alguien estúpido
diría que la asociación de palabras conduce a cosas inmediatas, pero ese
alguien no es una persona muy… no vale la pena hablar de ella.
La divertida sodomía
cancelada por monos aulladores que claman por la llegada de la bestia. La cercanía
de la voz distorsionada que cavila en la montaña…
Siempre tendremos
lluvia, de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba.
Si la serpiente se
postra en tu hombro y dicta unas cuántas palabras dulces, dale tus zapatos y lo
que halla en tus bolsillos. Siempre obtendrás algo a cambio… Pero no esperes
demasiado…
Las perlas se han ido
en otra transacción. Pide algo interesante. Algo de destrucción total o un
sueño eterno donde no se extravíe el espíritu y sea devorado por las
inmensidades de lo desconocido.
Las cosas se pierden
y se encuentran solas.
Si no encuentras un
par de calcetines no te preocupes. Si no encuentras la forma de terminar con
esto, no hay por que desesperar. Si la cordura se va desvaneciendo mientras
estas letras toman posesión de tu ser entero, no hay por qué entrar en pánico…
Deslízate. Cierra los ojos y deja que estás palabras tomen el rumbo. Suelta el
timón. Escucha el sonido de la locura esparciéndose en el aire mientras ese
gato negro se cruza frente a ti y sonríe. La luna se apaga porque se ha fundido
un fusible, pero siempre hay una vela para iluminar el camino.
Un metro hacia
delante, un metro hacia la derecha y los proyectores se encienden
momentáneamente. De pronto el cuarto blanco se convierte en el interrogatorio
mismo. Te acercas a la mesa y la cuestión es a quién interrogar. Tomas un
cigarrillo y lo enciendes. Te observas en el cuarto de los mil espejos y hay
algo más que se ha perdido. ¿Traías abrigo al entrar?
Los verdaderos
artistas carecen de ojos, de percepción propia… ellos son el mundo mismo.
Un campeón en el podium
con un síndrome de down difícil de ocultar ondea la bandera de su país. La
gente está conmovida y aplauden como fieras amaestradas. Estudiado el tema, se
suelta el llanto que conduce a una enferma felicidad. El oro colgando del
centro de su pecho puede encontrar la mirada extraviada del público. Esta es la
salida, el muestrario de puertas que conducen a otra puerta o al siguiente
nivel.
El Apocalipsis en
forma de sirenas lloviendo del catastrófico y hermoso cielo, que planta la
semilla en la tierra al momento que aniquila soldados y niños que sólo querían
bailar y ser alguien.
Si me preguntan mi opinión,
lo importante no es conocer del todo bien la danza; unos cuantos buenos pasos
bastan para entretener a esa hermosa mujer blanca que suelta las bombas desde
sus pechos como racimos, como regalos, como juguetes nuevos que arrancan el
desprecio de los menos congraciados. Basta con tener un poco de ritmo y bailar
al son que uno mismo toca.
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