jueves, 29 de noviembre de 2012

12/07/08 2:57 p.m.


La helada crema que cubre mi rostro gotea hasta el piso, drenando el mármol, dando de beber al sediento demonio que habita debajo de mi cuarto. Él se siente bien cuando escucha los golpes de mis pies bailando. Sale a dar un rondín mientras duermo y acaricia mi pelo.

Alguien estúpido diría que la asociación de palabras conduce a cosas inmediatas, pero ese alguien no es una persona muy… no vale la pena hablar de ella.

La divertida sodomía cancelada por monos aulladores que claman por la llegada de la bestia. La cercanía de la voz distorsionada que cavila en la montaña…

Siempre tendremos lluvia, de arriba hacia abajo, de abajo hacia arriba.

Si la serpiente se postra en tu hombro y dicta unas cuántas palabras dulces, dale tus zapatos y lo que halla en tus bolsillos. Siempre obtendrás algo a cambio… Pero no esperes demasiado…

Las perlas se han ido en otra transacción. Pide algo interesante. Algo de destrucción total o un sueño eterno donde no se extravíe el espíritu y sea devorado por las inmensidades de lo desconocido.

Las cosas se pierden y se encuentran solas.

Si no encuentras un par de calcetines no te preocupes. Si no encuentras la forma de terminar con esto, no hay por que desesperar. Si la cordura se va desvaneciendo mientras estas letras toman posesión de tu ser entero, no hay por qué entrar en pánico… Deslízate. Cierra los ojos y deja que estás palabras tomen el rumbo. Suelta el timón. Escucha el sonido de la locura esparciéndose en el aire mientras ese gato negro se cruza frente a ti y sonríe. La luna se apaga porque se ha fundido un fusible, pero siempre hay una vela para iluminar el camino.


Un metro hacia delante, un metro hacia la derecha y los proyectores se encienden momentáneamente. De pronto el cuarto blanco se convierte en el interrogatorio mismo. Te acercas a la mesa y la cuestión es a quién interrogar. Tomas un cigarrillo y lo enciendes. Te observas en el cuarto de los mil espejos y hay algo más que se ha perdido. ¿Traías abrigo al entrar?

Los verdaderos artistas carecen de ojos, de percepción propia… ellos son el mundo mismo.

Un campeón en el podium con un síndrome de down difícil de ocultar ondea la bandera de su país. La gente está conmovida y aplauden como fieras amaestradas. Estudiado el tema, se suelta el llanto que conduce a una enferma felicidad. El oro colgando del centro de su pecho puede encontrar la mirada extraviada del público. Esta es la salida, el muestrario de puertas que conducen a otra puerta o al siguiente nivel.

El Apocalipsis en forma de sirenas lloviendo del catastrófico y hermoso cielo, que planta la semilla en la tierra al momento que aniquila soldados y niños que sólo querían bailar y ser alguien.

Si me preguntan mi opinión, lo importante no es conocer del todo bien la danza; unos cuantos buenos pasos bastan para entretener a esa hermosa mujer blanca que suelta las bombas desde sus pechos como racimos, como regalos, como juguetes nuevos que arrancan el desprecio de los menos congraciados. Basta con tener un poco de ritmo y bailar al son que uno mismo toca.

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